Desde la resolana de tus aposentos,
me recuerdo de aquellas
mañanas tivias de alborear,
que junto a la brisa de la mañana,
me impregnaba de aromas de azahar,
y el día de reyes,
con amor y fraternidad,
a ritmo de naranjas y limones en mi morral.
Con mi cuerpo transio de niña,
y mi flacidez de muñeca de trapo,
yo miraba tras los ventanales,
y limpiaba el vaho
que iba dejaba mi aliento,
dejando entre ver,
que mi cuerpo se convirtiera,
en el don más preciado que es,
el de niña a mujer.
En mi largo retorno apacible,
busco la paz y el sosiego,
observando a lo lejos
la gran inmensidad,
que un día tus moradores
tuvieron que sacrificar,
su tierra Sagrada por el exilio eterno.
Poesía de-
Pedro Utrera.
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