Nací en Casillas de Coria, envuelto en lagrimas de pureza un 22 de Febrero de 1.949, de donde tuve que emigrar al País Vasco en el año 1.963, junto con mis Padres y Hermanos, ya que por aquel entonces la necesidad era obligada. Fue el año que mataron al presidente Kennedy. Pero 3 años antes, tuve que dejar la escuela para ponerme a trabajar y ayudar a la economía de la casa, que no era muy boyante, y había que trabajar arrancando jaras para los señores de antes, ya que si querías comer no había más remedio que doblar la rabadilla. Yo, que fui mal estudiante y pocas oportunidades que nos dio la vida, aquí me encuentro sin estudios académicos. Pero no son menos importante los estudios que me ha enseñado la vida, por ejemplo junto a mis Padres, que me enseñaron a ser persona y a tener dignidad, y caminar y hacer que caminen los demás, porque esa es mi visión de la vida, a través de los pueblos de su gente sencilla, de su belleza, rebuscando en los entresijos de la propia vivencia de la vida. Esta es mi poesía que me sale de mi adentro, como se dice en el argot flamenco, me sale de lo más jondo, y expresamos al dolor y la fatiga y a las penurias que hemos “pasao”, porque no nos olvidemos de donde venimos, del arado de la trilla del yunque y la fragua. Y como suelo decir yo: Soy amigo del viento, entre dos aguas me crié, soy de Casillas de Coria, de un rincón extremeño, por si ustedes lo quieren saber.



martes, 12 de agosto de 2008

Al compás de maitines

Familia Utrera.

Mi memoria me hizo recordar,
que yo allí de niño,
ya había estado antes.
Al compás de maitines,
y el chirriar de mi ventana,
donde están los geranios
que yo allí contemplaba.
La misma troje,
la misma tinaja,
donde yo me escondía,
de los señoritos que mandaban.
Cuatro jarones´ en la lumbre,
humeante a la matanza,
el gato runrunea junto a sus nangas,
y yo con cabrillas en las patas.
El puchero junto al fuego,
con sus viandas escasas,
yo miraba y miraba!
y maldita sea mi estampa.
La misma cocina,
la misma ventana,
los mismos rayitos,
que entraban por mi ventana.
Sus paredes impregnada,
con aromas a tomillo y jara,
yo me llene de su fragancia,
contemplando la matanza.
El puchero junto al fuego,
como un ritual de cada mañana,
los garbanzos se cocían,
mientras yo al tocino le decía.
Pasa canetè,
que contigo nadie se mete,
acto y seguido le dije al chorizo,
alto mi capitán,
te vas a ver preso,
entre dos cachos de pan.
Poesía de-
Pedro Utrera.

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