Bebe, tierra de mi Extremadura, bebe,
de la misma agüita, que mi amada bebe,
laberintos de espejos, abigarrados,
libélulas se bañan al desnudo,
y yo me siento embrujado.
Entre riscos y picachos,
se encuentra el Norte de Extremadura,
un oasis escondido en el Universo.
Un lugar donde nadie es forastero,
ni los Mares cambian de color,
pero tiene una alfombra verde
con tapices de colores,
que salpican mi balcón.
Lejos de los pueblos de color ocre,
el ritmo cambia, el color se rompe,
murmullo del viento en las hojas,
gorgojeo de pájaros en sus ramas,
aquí en el Norte de Extremadura,
es un remanso de paz, y belleza,
donde la multitud de manantiales
juegan al escondite,
con un dorado atardecer.
Hervás, con sus calles emblemáticas
de las tres culturas,
Por donde paso Unamuno
y la inmortalizo como mágica.
Dando la espalda a Castilla,
atardece de mil colores dispares,
donde no todo es llanura,
ni tampoco sol abrasador,
aquí en el Norte de Extremadura,
somos de otra casta,
y nos sentimos galantes en el amor.
de la misma agüita, que mi amada bebe,
laberintos de espejos, abigarrados,
libélulas se bañan al desnudo,
y yo me siento embrujado.
Entre riscos y picachos,
se encuentra el Norte de Extremadura,
un oasis escondido en el Universo.
Un lugar donde nadie es forastero,
ni los Mares cambian de color,
pero tiene una alfombra verde
con tapices de colores,
que salpican mi balcón.
Lejos de los pueblos de color ocre,
el ritmo cambia, el color se rompe,
murmullo del viento en las hojas,
gorgojeo de pájaros en sus ramas,
aquí en el Norte de Extremadura,
es un remanso de paz, y belleza,
donde la multitud de manantiales
juegan al escondite,
con un dorado atardecer.
Hervás, con sus calles emblemáticas
de las tres culturas,
Por donde paso Unamuno
y la inmortalizo como mágica.
Dando la espalda a Castilla,
atardece de mil colores dispares,
donde no todo es llanura,
ni tampoco sol abrasador,
aquí en el Norte de Extremadura,
somos de otra casta,
y nos sentimos galantes en el amor.
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